
Colección NARRATIVA nº 168
ISBN: 979-13-87618-09-4 124 páginas PVP: 15 €
INFORMACIÓN DEL LIBRO:
Los relatos de Cuentos de la tierra nacen en las grietas de lo cotidiano; son hijos del deseo, del desarraigo, de la sombra y de la memoria. Este libro invita a un viaje físico y emocional por paisajes donde lo íntimo y lo colectivo se unen con una mirada humana, a veces cruda, siempre honesta, mostrándonos la parte desconocida de nosotros mismos.
Lo real y lo fantástico se cruzan como en el momento que separa la vigilia del sueño: unas gaitas que hacen crecer al que las escucha, curaciones que se mezclan con el placer, niebla que se confunde con el olvido, y estaciones que marcan no solo el año, sino también las vueltas del amor. Las voces que narran van de lo poético a lo duro, de lo delirante a lo confesional, y llevan al lector por caminos de extrañeza, sospecha y reflexión.
Los microrrelatos, breves y filosos, abren y cierran heridas que los cuentos más largos solo rozan. En conjunto, el libro crea una mitología contemporánea donde el cuerpo, la naturaleza y la violencia simbólica conviven con la ternura, el deseo y el paso inevitable del tiempo.
Estamos ante una obra coral que mira desde los márgenes para hablar de lo esencial, que nos reconcilia con nuestras raíces, con todos aquellos espacios que hemos ido abandonando con los años, con la casa de los padres, con aquellos que en su día fuimos. Es un libro que no cuenta la vida: la deja latir.
El libro cuenta con la ilustración de portada de Toño Benavides, de su serie Mitología leonesa.

(Palencia, 2001).
Licenciado en el Grado de Español: Lengua y Literatura en la universidad de Valladolid. Actualmente trabaja como profesor de Lengua Castellana y Literatura. Dotado de una sorprendente madurez de estilo, su primera publicación fue en la antología Fantasía y terror rural, de M.A.R. Editor.
Ha resultado ganador del XX Premio Internacional Sexto Continente de Relato de Radio Nacional de España, imponiéndose a autores de 27 países, con el relato Réquiem por Clarión de Campos aparecido en la antología Castilla y León, territorio mítico. Ha dejado reflejada su maestría en el arte del relato en otras antologías de M.A.R. Editor como Tenerife Noir y El verano de tu vida, en las que aparece junto a los más destacados autores españoles de los últimos años.
Cuentos de la tierra es su primer libro en solitario.

Pregunta.- ¿Cuentos de la tierra es una obra que recoge la tradición literaria castellana, un determinado modo de usar el idioma, una visión de los territorios?
R.- Cuando las pequeñas piezas que conforman Cuentos de la tierra se fueron armando, comprendí que, entre ellas, tejidas, estaban las formas y usos que sin querer he ido adquiriendo del lenguaje. Unas veces porque lo escuchas y otras tantas porque te encandila. Mis palabras no son más que herencia del rastro que otros, sin darse cuenta, han dejado suspendido en el aire. En ese aspecto me gusta pensar que soy un perfumista que enfrasca el aroma de la lengua, su sabrosura, su deje y su picaresca.
Bendita sea Castilla y León y cada una de sus gentes por regalarme trozos de su vida y pensamiento a través de sus palabras, pero aquí no solo entran las tierras castellanas; Cantabria, Asturias, Aragón, Castilla la Mancha, Galicia, Extremadura, entre otros me han ofrecido parte de su cultura y humanidad. Cuentos de tierra utiliza el pueblo castellano como pretexto para señalar un motivo social universal. Vivimos juntos, con todo lo que ello conlleva.
P.- ¿Hay una reinvención de los pueblos, de las gentes castellanas?
R.- Es triste observar cómo Castilla y León es vista desde fuera, bueno, en muchas ocasiones desde dentro también. Soy consciente de que mi tierra no destaca en PIB, estado de bienestar u ocio rutinario, pero al igual que en mis relatos intento percibir las pequeñas cosas que hacen de mi comunidad un lugar con identidad, arraigo y carisma. ¿Que en Castilla y León somos secos? Pues con orgullo, no todas las personas son capaces de soportar una personalidad que se ha forjado con la misma dureza con la que se pisa el suelo que labra.
P.- Al mismo tiempo que tradición se ve evolución y las emociones principales del ser humano. ¿Cuáles serían, en tu opinión?
R.- Odio caer en la redundancia que un canon literario anterior ya ha establecido, pero en este caso es absolutamente cierto que dos pasiones principales mueven al ser humano: el amor y la muerte. Considero que el amor es la más fuerte. En ella se desglosa la filantropía (que falta nos hace) y la preciosa empatía. El amor es una suma de emociones plenamente sociales, que casi por efecto de neurona espejo, activa en mis relatos un cebo para que el lector se vea reflejado en los actos más caritativamente humanos y para qué mentirnos; no concibo el mundo sin amor, sin buenas personas y sin ese pequeño hilo de amabilidad que hace que las cosas funcionen. Por otro lado, está la muerte que, bajo mi concepción, no deja de ser un sinónimo de vida. Con La poética de lo imaginario de Durand comprendí que existe, susurrante, un miedo intrínseco a morir. Esto puede paralizarnos y contemplar la existencia como un abismo o armarnos de valor y batallar diariamente por el pedazo de Sol que nos corresponde. Temer a la muerte es la mejor manera de estar vivos.
P.- ¿Qué influencia cree tener tu obra?
R.- La respuesta corta es el cuento hispanoamericano. La respuesta larga engloba a Poe, pionero y artífice de la rueca donde ahora todos tejemos nuestros relatos, a la mitología no solo griega (que tantos gustos me dio de niño), si no universal y a esos pequeños detalles que la anécdota oral sella como un leit motive. En mi obra hay hueco para el verso aurisecular, el ensayo al puro estilo de Unamuno y en, pequeños rincones, el absurdismo de Beckett. Para mi Borges encriptó el infinito en su biblioteca y solo el tiempo explicará por qué tuvo razón.
P.- Eres muy joven. Publicas tu primer libro con sólo 24 años, pero con 21 ganaste el XX Premio Internacional Sexto Continente de relato imponiéndote entre 182 textos recibidos de 27 países. ¿Aquel premio fue un espaldarazo definitivo para tus ansias de crear?
R.- Aquel premio fue un golpe de realidad, un hálito de vida. Siempre he escrito, aunque con dieciocho años empecé a tomármelo más enserio. Todo quedaba en un pequeño círculo que; aunque no lo entendía, me apoyaba y eso ya es más que suficiente. Tengo un irremediable miedo a estar muerto, a no haber dejado una huella en el mundo y supongo que es ese pavor el que inconscientemente me obliga a dejar por escrito aquello que siento, pienso o creo. No me importaba ser una pequeña voz entre la marabunta, para mí, mi propio discurso siempre sería algo digno de ser escuchado, aunque solo lo hiciese yo y sirviese para forjar mis convicciones. Ese concurso me ha hecho comprender que mis palabras merecen ser oídas por alguien más y que quizás, había algo de talento. No me importaría escribir aun sabiendo que con ello se escapa mi vida, porque sé que en el futuro esa moneda me va a volver.
P.- Ganaste aquel premio con un texto sobre la muerte de los pueblos castellanos: Requiem por Clarión de Campos. ¿Es una constante en tu pensamiento la lucha por salvar la España vaciada?
R.- No soy ningún héroe. No creo que yo, como individuo, genere algún efecto en aquellos que se niegan a ayudar o tender la mano. Mentiría si digo que no pienso en una utopía donde Castilla y León y otras tantas tierras volviesen a rezumar vida. Me duele mucho el abandono. Sin embargo, sí creo que la literatura es la semilla en la que germina la revolución. Revolución sin ningún cariz político, me refiero a una revolución plenamente humana, sin ideología de por medio o al menos sin una ideología que nos use como títeres. Algún día comprenderemos que la suma infinita de manos es capaz de parar un meteorito. Solo si sujetamos juntos, solo si somos capaces de no dejarnos caer. Así que sí, en mi obra la lucha contra la desidia que están padeciendo los pueblos de mi provincia, comunidad y país es una constante, porque nadie se merece morir en el olvido.
P.- ¿Se puede decir que hay un cierto humor en tu obra, a pesar de los temas profundos?
R.- Creo que la vida es horrendamente irónica, con el sabor que eso le aporta. La sátira está en desuso por su factor ético y por la castidad de valores que existen hoy en día. En mi obra no pretendo reírme ni menospreciar a nadie – la literatura no tiene que primar como insulto con ingenio- sin embargo, los vuelcos y giros que la vida ofrece embisten con tanta virulencia que en la mayoría de los casos, lo mejor es tomárselo con humor para defendernos, para devolver el empujón. La sátira de y hacia la vida no deja de ser una sátira hacia nosotros mismos, hacia lo vivido, con el desprecio que eso conlleva. Yo no pretendo ser irónico en mi obra, el chiste se cuenta solo.
P.- La portada es una extraordinaria ilustración sobre la mitología leonesa de Toño Benevides. ¿Se puede decir que en tu obra hay referencias a la mitología de la tierra?
R.- La región leonesa o soriana son una fuente inagotable de mitología, por su parte mi zona tiene cierta dificultad para ocultar en su naturaleza entidades sobre o anti naturales. He encontrado entre el imaginario popular brujas en el Cerrato o Tierra de Campos, hombres lobo y espíritus labriegos. Alguno de estos se merecía tener hueco en esta compilación de relatos. Sin embargo, abogo por que nunca es tarde para alimentar el folcklore con nuevas historias que ericen la piel, hagan reflexionar o busquen, de manera sobrenatural, explicar lo que la ciencia ya sabe, pero el misticismo admira. En esta obra he aunado tradición e impulso hacia el mañana. Un mañana onírico donde espero haber plantado semillas de casas abandonadas, túneles ocultos o cuerpos exageradamente deformados. Porque la mitología nace de las historias que inventan los pueblos para intentar dar solución a sucesos extraños, para advertir o para entretener y sé que los seres que habitan en esta obra darán mucho de que hablar.